viernes, 8 de mayo de 2009

Críticas de Cine: E.T. 2

A mediados de los 90, Steven Spielberg tuvo una original idea; ¿por qué no rescatar al personaje más querido de la Hª del cine? Un personaje cuya sola mención hace que les salgan corazones de las cabezas a los seres humanos, el alienígena E.T., el Extraterrestre. Quizás ese sea un nombre muy raro para ser extraterrestre (es como si un humano se llamara Terrícola), pero esto es cine, y en el cine pasan estas cosas.

El argumento no podía ser más peregrino; Elliot (Robert deNiro) ha crecido y apenas recuerda lo sucedido en su infancia, confundiéndolo con una fantasía, como una entelequia. Ahora es un duro policía de homicidios de la ciudad de LA y sólo tiene tiempo para estar amargado. Eso cambiará la noche que E.T. venga es su nave y lo despierte con un besito.


E.T. (ahora con la voz de Ben Stiller y en España con la de Carlos Latre) le cuenta a Eliott que le ha echado de menos, y que viene a quedarse una temporada. Cual será la sorpresa del humano al ver que el alien... ¡fuma! Y no sólo eso; E.T. es ahora un cabrito desordenado y chistoso, la clase de persona que un detective de homicidios odiaría. Lejos de la confrontación, los personajes concatenan una secuencia cómica tras otra, en la que el revoltoso ser le da quebraderos de cabeza a Eliott.

Al detective no se le ocurre una idea mejor de unir las tramas que hacer que E.T. le ayude con el caso de turno; un asesino de prostitutas que escinifica los escenarios de los crímenes como libros de Julio Verne. Ni corto ni perezoso, el alien, ahora también maestro del disfraz, se dirige al barrio Rojo de incógnito.



E.T. empieza con suerte; tres clientes en media hora. La droga le recorre el cuerpo y él se siente como un hijo de puta afortunado capaz de cualquier cosa. En este momento la trama toma otro rumbo y, sinceramente, Eliott no aparece más ni se le vuelve a mencionar, por lo que la portada es un engaño promocional. E.T. cambia su nombre por el de Ariadna y vive momentos de frenesí, en los que Spielberg demuestra su pasión por directores españoles como Buñuel o Vicente Aranda. Pero la cosa no acaba bien (Spielberg moralista) y Ariadna da con su cuerpo en la cárcel.

Al principio es sodomizada cada media hora, pero decide poner cartas en el asunto, ya que entiende que su cuerpo es un templo y sólo ella tiene la llave. Se enfrenta a los presos en una escena de pelea memorable, de unos 45 minutos y con muchos efectos especiales y cámaras lentas.





Por alguna razón se celebra un juicio y Ariadna es absuelta. Decide cuidarse más a ella misma y no depender de un hombre nunca más. Hay una escena de insinuación lésbica en un pub que no llega a mayores por culpa, seguramente, del puritanismo americano. Aún así, la protagonista decide cambiar su aspecto, tomando las pintas de una lesbiana dominante, es decir, con camisa de cuadros. Justo cuando está pagando la prenda en caja recibe un sms que le comunica que Eliott ha muerto (de viejo, parece, no queda muy claro). Al ser el único que ha compartido con él más de 5 minutos, tiene que puede identificar el cadaver.



Las tres siguientes horas de película son un coñazo insoportable, una experiencia soporífera e intolerable, pero el final está bastante bien. Ariadna encuentra por primera vez en su vida un hombre bueno que le quiere dar hijos, lo que ha sido su motivación desde la primera película, como todos recordamos. Un final muy romántico, la verdad. Muy, muy romántico.


Un clásico moderno. Que maravilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario